CUANDO terminó de arreglarle el cabello, ella, con las escasas fuerzas que aún la asistían, se retorció por un breve instante sobre su inseparable silla.
-¿Qué sucede, María. Es que, acaso, no te gusta tu nuevo corte de pelo? -preguntó con dulzura la enfermera.
María, como desde hacía ya más de cinco años, no pudo decir nada; se limitó nada más que a fruncir casi imperceptiblemente el entrecejo.
-¡Vaya, veo que, pese a los años y los achaques, sigues conservando intacta toda tu coquetería! Está bien, bajo a la cafetería a tomar algo y en seguida vuelvo para depilarte las cejas.
María esbozó una leve sonrisa; su hijastra la conocía mejor que si la hubiese parido.
-¿Qué sucede, María. Es que, acaso, no te gusta tu nuevo corte de pelo? -preguntó con dulzura la enfermera.
María, como desde hacía ya más de cinco años, no pudo decir nada; se limitó nada más que a fruncir casi imperceptiblemente el entrecejo.
-¡Vaya, veo que, pese a los años y los achaques, sigues conservando intacta toda tu coquetería! Está bien, bajo a la cafetería a tomar algo y en seguida vuelvo para depilarte las cejas.
María esbozó una leve sonrisa; su hijastra la conocía mejor que si la hubiese parido.
Tristemente bello, el relato indica una gran verdad, y es que a veces no se quiere más por ser de la misma sangre.
ResponderEliminarBesos
posdt: El otro día se me olvidó una preposición(no es indecente jejee), he abierto otro canal en youtube y me encantaría que me permitieras hacer un video con algún poema tuyo, si no quieres sin problemas :)
Un hombre entrado en años llegó esa mañana al consultorio médico. Necesitaba curarse de una herida en la mano y tenía mucha prisa. Mientras el facultativo lo asistía le preguntó cuáles eran las razones de su urgencia.
ResponderEliminarContestó que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer. Ella padecía alzheimer y llevaba algún tiempo internada. Cuando acabó de vendar la herida, el galeno le preguntó si su esposa podría alarmarse en caso de que él llegara tarde.
–No, ella ya no sabe quién soy. Hace un año que no me reconoce, respondió el paciente.
Extrañado, el doctor agregó:
–Si no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas, con tanta puntualidad?
El herido sonrió y, dándole unas palmaditas en la mano al joven doctor le dijo:
–Ella ya no sabe quién soy, pero yo sé muy bien quién es ella. La conocí en su plenitud y era una mujer extraordinaria. Siempre disfrutó mientras le leía cuentos y poesías en el desayuno.
Cuando el hombre se retiraba del consultorio, el médico, con lágrimas en los ojos, se dijo para sí mismo:
–Ésa es la clase de vínculo que anhelo alcanzar en mi vida. El verdadero amor no se reduce ni a lo físico ni a lo romántico. Es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es.
Tu precioso relato me evocó este otro de Enrique Mariscal
Besísimos
Diosa, para mí será todo un regalo. Gracias.
ResponderEliminarMilena, nunca podremos amar realmente aquello que no conocemos.
Abrazos.
Tanto amor...
ResponderEliminarMe gusta ese relato tuyo tan real.
ResponderEliminaryo misma hace unos días....he arreglado a mi made,le he depilado la cejas ,la he maquillado un poquito,soy su hija..sé que a ella le gusta verse guapa ,porque lo hace en casa todos los días y porque a mi también me gustaría que pensasen que a mi me gustaría verme un poco más guapa en unos momentos en que las circustancias,te dejan sin armas de mujer.
Genial!!!
Besos.
Y en cuanto a lo de Milenia....¿útópico?..
Se recuerda lo que fue..y se siente una terrible pena..mucha pena.
Nunca he leido un relato que se fusione tanto con su título.
ResponderEliminarEs amor.
Besos, Rafa!!!!
naaaaaa, una tontería me apetecía dejarte un beso, gracias
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