Mi estómago y mis dedos, tanto tiempo
Tratando de arrancar las ataduras
Que en torno al labio, férreas, se erigieron,
Ahora están secos:
-------------------------- Me comí las uñas
– Hasta hacer de mis alas dos muñones
Henchidos de gangrena y excrementos-
Y el calcio de sus restos afilados
Selló todas mis vísceras dejando
Las náuseas atrapadas en la sima
Más vacua y abisal del universo;
¡Qué huero el infinito en mis adentros!
La sangre que vertiera ayer mudando
En tercas partituras el silencio
Hoy sólo es un emplasto coagulado
Qué pútrido emborrona los arpegios,
En tanto que la bilis contenida
Sepulta los cordajes de la lira
Que hicieron de la sal ternura y canto.
Ilustración: “Erato, Muse of Poetry” (1870),
de Sir Edward John Poynter.
Hola Rafa!
ResponderEliminar¡Qué hermosos!
Una poesía SOBERBIA!
Ya no me quedan calificativos para tus versos si pretendo no ser repetitiva.
Te mando dos besos.
Escribes desde las más profundas entrañas.
ResponderEliminarUn beso.
Pd: Me quedo sin calificativos como Vivian.
¿Huero el infinito de tus adentros...? ¿Estás loco?, es un manantial inagotable de versos hermosos que son un gozo leer. Gracias por regalarnoslos, Rafa.
ResponderEliminarBesos.
Pobre Erato,
ResponderEliminarcuando está así
me gustaría consolarla entre mis brazos y ponerle tiritas en las alas.