Pasaste por mi vida, prestamente,
Igual que una tormenta en el desierto.
Yo estaba seco, y tus feraces aguas
-Torrente circulando por mis venas-,
Colmáronme de aromas y colores
Y un baile de esplendentes mariposas
Mayor en su fulgor al de la arena.
Mis llagas, al abrigo de las flores,
Sanaron de la lepra sin clemencia,
Que alzaba, hecha jirones en el viento,
Mi débil y dispersa piel de cuarzo…
¡Tan vasta fue la vida en un instante
Que, iluso, me soñé vergel eterno!
Mas preso el aguacero del poniente,
Cual frágil espejismo, diole paso
A un sol que sin piedad secó las fuentes,
Las flores, sus aromas y el encanto
De aquellas mariposas cabriolando.
Y el sueño del edén que germinaste,
Infierno y pesadilla se mudó,
Marchito y agrietado para siempre.
De a poco te deletreo, hoy sé que es de cuarzo...
ResponderEliminarQue tengas una buena tarde. Abrazo
Precioso tu poema, como siempre. Amor, desamor, sentimientos que a todos nos son comunes.
ResponderEliminarUn beso!!
La capacidad de florecer está en ti, dentro. Dejala fluir sin ponerle nombres :)))
ResponderEliminarBesos.
(ando lenta pero te sigo leyendo siempre)
Lo importante es no dejar nunca indiferente ni quedar tú, pasar dejando huella, aunque duela...
ResponderEliminarBesos