miércoles, 19 de diciembre de 2007

La mazmorra de los números



Mis latidos hacen agua
Como techo de uralita
Carcomido de granizo;
¡Tanta intemperie me puede!,
No están forjados mis huesos
Para el embate creciente
De estos rasos de marea,
Ni queda fuerza en mis remos
Para remover la sangre
Que sedimenta en la ciénaga.
Todo ya me huele a autopsia,
A formol y agorafobia,
A llaga a candado a vómito
A pusilánimes ratas
Mordiendo mi piel de náufrago
Cual cárcel en campo abierto
(Hay un enorme agujero
Camino y sombra de invierno
En la luz de la ventana);
¡Oh qué lamento de ocasos!
Sin pulmón ulula el viento
Una canción elegíaca
Bajo lívidos atriles,
Y entretanto el corazón
Derrama a contracorriente
Su lengua aurora cortada.
De nada valen los sueños
Sobre números vertidos,
De nada los brazos francos,
Ni las bárbaras estirpes,
Ni los espasmos alfanjes
De las cenizas de un ala.
¡Todo mudó abatimiento!
Mantenerse erguido sólo
Por la herrumbrosa costumbre
O cierto pudor que ya
No es de recibo en lo muerto.


Fotografía: Kathleen Connally.

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