Rasgando la noche despertóme un llanto,
Un llanto profundo, sumiso, cansado;
Sonaba a desierto, a mar desolado,
A heridas, a muertos, a angustia y espanto.
Era musical, pero, más que canto,
Era un hondo abismo, un trozo arrancado
Del grave silencio, lo mismo que un fado
Cuando la saudade deja de ser manto
Protegiendo el alma y ya sólo queda
La desesperanza, y el guante de seda
De las utopías se mudó en ceniza.
¿Quién será que así se agosta sufriendo?
-Me inquirí abrumado-. Tristes, respondiendo,
gimieron mis ojos con voz de albariza.
Maravilloso homenaje al gran cante portugues, el fado.
ResponderEliminarGenial como siempre.
Un abrazo.
Los llantos más desgarrados son los que salen por la noche desde el alma. Cuando crees que nadie te escucha. Cuando crees que nadie te ve.
ResponderEliminarUn beso, Rafa.
¿Y qué decir del fado? ya lo ves, no se baila, el vértigo ahí sería brutal, por eso se escucha inmóvil, bien echadito, tumbadito, si es que...¿quién puede estar de pie y mantener el tipo con un lamento así?
ResponderEliminarEl llanto cuando es profundo y sumiso es desgarrador, sí , suena desolado, como los fados, un abrazo
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