Si fuese un dios inmortal
Yo te otorgaría el don
De la existencia infinita;
Y una vez hecho el prodigio
Arrancaría a bocados
La eternidad de mi vida,
Para impedir que tuvieras
Que soportar para siempre
Mi omnipresencia maldita.
Pero los dioses no existen
Habitando el más allá
Como augurio de otra vida;
Y a mi esencia de mortal,
Le es imposible evitar
Condenarte día a día,
Al dolor de mi presencia,
Ni a ver tu ausencia brotar
Cual veneno en mis heridas.
Con su ausencia y tu presencia
ResponderEliminarnos regalas el volar
entre palabras heridas...
Sigo volando.
U beso.
¡Qué me gusta pasar por aquí y reflexionar un rato sobre lo que rumias, lo que sientes, lo que vives...!
ResponderEliminarUN ABRAZO
Jamás pensaría que tu presencia es tortura, son musica tus letras y melodía tus expresiones. Hasta en ellas duele el dolor que sientes y atormenta tu alma.
ResponderEliminarBesos y más besos.
Primer párrafo la esperanza y el segundo la desesperanza. Así es la vida.
ResponderEliminarPor eso tú no puedes ser un Dios. Porque los dioses no componen versos y los poetas sólo son eternos en sus palabras.
ResponderEliminarVino y besos.
Gracias, viento, tus palabras, ya lo sabes, también son un regalo para mi.
ResponderEliminarPues me alegra que te guste, amigo Paco.
Bueno, Dashi, gracias, aunque creo que, a veces, somos tortura sin quererlo y aun tratando de evitarlo, por que la tortura es algo externo a nosotros, algo que surgió y se nos escapa.
Así es, Victoria.
Gracías Kai, es cierto, las palabras en ocasiones pueden perdurar largo tiempo, aunque eterno, lo que se dice eterno, amigo, nada de nada.
Abrazos.