Desde mi ardua increencia,
Hoy, dios, yo te interrogo
Alzando la mirada a las alturas.
Cómo es posible, dios,
Que en la bondad sin límites
Que te atribuyen tus fieles devotos
La fe me hayas negado.
Es que acaso no merezco vivir
Henchido de esperanza,
Creyendo que tras este oscuro abismo
Que me invade de amargas soledades,
Vendrá un amanecer de luminoso encuentro,
Que tú eres luz y vida.
Hoy, dios, dime porqué
No he de creer que este triste dolor
No es más que un tránsito hacia la alegría,
Que estas alas de plomo que me atan
Son sólo la crisálida
Del vuelo de una hermosa mariposa,
Que allá en el firmamento existen las estrellas.
Hoy, dios, que estoy tan solo,
Me acuerdo de ti y te busco en los cielos
Como la última baza de un tahúr desahuciado
Que a mucho tiempo perdió la partida.
Y no te encuentro, señor, no te encuentro.
Y prefiero pensar
Que no es porque me hayas abandonado
Sino porque jamás
Ha existido tu reino.
Pero dios callaba, desconocedor
ResponderEliminarde las penas humanas, ajeno al doloroso palpitar y al sentir de la carne y sangre de sus criaturas
Dios, milena, o nunca estuvo o se echo a descansar el séptimo día y todavía le dura la siesta.
ResponderEliminarUn beso.