sábado, 7 de julio de 2007

Sentio, ergo sum.

Esta noche, un tanto colgado, pero aún no lo suficiente -tendré que hacer algo al respecto-, me he propuesto ir escribiendo sin esquemas previos. Sólo aquello que me vaya brotando de los dedos sin pasar por el tamiz engañoso de eso tan falso y pesado que denominan raciocinio. Porque no es cierto aquello que dijo el filósofo, sólo se existe sintiendo. Bueno, parece que, de momento, lo voy consiguiendo. Hoy escribí una larga carta tratando de explicarme a mí mismo y rogando que se me concediese la oportunidad de no tener que soportar más esperas vacías de esperanza. No la envié. No te la envié. Tuve miedo, no por mí que ya ando perdido, si no por ti, que espero que aún conserves, aunque te anegue de espinas, en tu pecho una rosa de los vientos. Y es que estoy muy cansado de este juego en el que desde el principio estoy abocado a la derrota. Y aunque ya sé hace tiempo que no es la esperanza lo último en perderse, que siempre quedan el dolor y el desamparo, aun con ellos quisiera seguir viviendo. Pero así no puedo. Han sido tantas tácitas promesas incumplidas robándome el aire, que no podré soportar muchas más sin que me invada el territorio del último vacío. Y en ese no lugar no se respira. Y yo quiero seguir respirando, aunque el aire esté cargado de añoranza cual veneno. Quisiera hacerlo contigo, pero tú no te mereces un pulmón de acero aprisionándote. Así que tendré que habitarlo solo. Pero, ¡piedad!, no más promesas, no más anuncios, lo que hayas de hacer, ya sea junto a mi o en la distancia, hazlo, sin más. Porque es muy duro tener que esperar sin esperanza y tú nunca quisiste tanta amargura ensombreciendo mi camino. Hoy pienso que puede que L. tuviese razón. Aunque nunca será posible saberlo con seguridad. Es lo que tiene la irrealidad manifiesta de los tiempos verbales condicionales, de los estrenos fracasados sin ensayo, que nunca es posible valorar sus verdaderas posibilidades. Nada más existen como un pasado sin futuro, o como un futuro sin pasado ni presentes. Pero sí, puede que estuviese en lo cierto y tú y yo debiéramos haber aprovechado la oportunidad de transitar al unísono las mismas sábanas, el uno pensando que hacía el amor y la otra disfrutando tan sólo del sexo, que no es poco. Puede que así hoy no lo hubiésemos perdido ya todo, y aún conservásemos el inmenso placer del encuentro que ya desperdiciamos para siempre, sólo el encuentro en la voz y las miradas, que también es mucho, al menos para mí, aunque puede que tú nunca opinases lo mismo. Aunque todo esto no deje tampoco de ser un condicional sin sentido, añadiendo dudas absurdas a lo imposible. Pero lo cierto es que nos dejamos manejar por la renuncia, esta renuncia, entretejida de deseos y recelo –mucho menos de las dos cosas por tu parte-, que ha terminado arrinconando los anhelos y alzando sólo el miedo como barrera absoluta sin ningún tipo de atributos. Victorioso hasta el vacío. Miedo, sólo miedo. Miedo a todo, y miedo a nada, a la nada. Sí, puede que L. tuviese razón, pero eso ya, tan tarde o, en realidad, fuera ya de cualquier posibilidad de conjugar en primera persona del plural nuestros momentos, nunca llegaremos a saberlo. Bueno, parece que lo he conseguido y, por una vez, aun sabiendo que tú nunca llegarás a conocerlos, he logrado no guardar mis sentimientos. Y al menos por este rato he vuelto a existir de nuevo. En mí, solo en mí, tan sólo. O en mí, sólo en mí, tan solo. Pero a esto nunca llegaré a acostumbrarme. Y sigo pensando. Y me desvanezco. Y sigo buscando, aunque BUSCAR: No es un verbo sino un vértigo.

2 comentarios:

  1. Las dudas, las terribles dudas, o tal vez tanta imaginacion y contestarnos, pero seguiran siendo dudas al fin y al cabo, le puedo dar forma y sentido, a mi antojo, y mi libre albeldrio, pero al fin y al cabo una duda razonable... el impsoble a preguntas y sus respuestas son el quizas... sin mañana, solo el miedo y mas miedo, y alguna vez la sin razon...

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  2. "Todavía te busco, mujer que busco en vano,
    mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
    sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
    y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»

    Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
    Y ya llega el otoño, y espero todavía:
    De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
    pero sigo soñando que he de encontrarte un día.

    Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
    si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
    al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
    nos entristece menos que lo que llega tarde.

    Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
    más allá de la bruma de mis ojos huraños,
    la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
    y el horror de los días convirtiéndose en años...

    Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
    ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
    Y al no decir: «¡Es ella!» —como diría ahora—
    seguiré mi camino, murmurando: «Era ella...» (José Ángel Buesa)

    Un beso muy fuerte. Compartiendo Rafa.

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