Parados los dos cara a cara
Con el semáforo en rojo frente al sol del mediodía.
Fueron tus ojos de azabache
Refulgiendo cual luciérnagas en la noche más oscura
Los que llamaron sobre todo mi atención.
Aunque, porqué no reconocerlo,
Tus largas piernas de animal salvaje
Presagiando espesuras selváticas colmadas de emoción y peligro
Tampoco me pasaron desapercibidas.
Fue como un sueño, y un claxon
Me alertó con insistencia de que era mi momento de marchar hacia adelante
En el vientre de la máquina insomne que me devora la esperanza.
Mis pies no hicieron intención de quebrar la efímera quietud de aquel momento y entonces
Pasasteis junto a mí, tú y tu sonrisa de inciertos futuros y quimeras.
Yo a mi vez te sonreí
Con los pies y las manos atados
Mientras te alejabas caminando lentamente.
Al llegar a la esquina de los enigmas del destino
Te detuviste un instante volviéndote para mirarme
Y te dejé marchar sin preguntarte al menos tu nombre
O pedirte que tomásemos un café con leche sin copa ni puro en el bar que sin duda existía un poco más allá de las sombras.
Formarás ya parte siempre de mi memoria
Y nunca dejaré de preguntarme
Que tal nos hubiesen podido marchar las cosas
Con el semáforo en verde.
pues tarde o temprano sería una mirada triste una mañana, un reproche injustificado, silencios eternos y un adiós, creo que sería mejor separarnos...perdona, Rafa, pero la fiebre me tiene preso...
ResponderEliminarPues ... bien, durante un tiempo ... y después, lo natural, pequeños roces ¡o grandes! sabedios.
ResponderEliminarPAQUITA
... mmm lo de selvaticas... quizas va poco a esteticien no???
ResponderEliminar¡qué eternos pueden ser los instantes!
ResponderEliminarUn beso.
Larrey, Paquita, pero qué pesimismo.
ResponderEliminarMar, selváticas, húmedas, feraces... y sin pelos. Así eran.
Sí, maría, hay momentos que pueden ser eternos. O que merecerían serlo.
Abrazos
Hay amores que duran lo que en cambiar la luz del semáforo, se hacen eternos y perfectos por el desconocimiento mundano que tienen las miradas, ellas van más allá, donde no hay errores, ni reproches, ni lamentos. Son amores fugaces que no invitan a la llamada, pero, cuántas cosas cambiarían con el solo gesto que invitase a ir más allá del semáforo. Yo en mi coche, semaforo en rojo, ella en vespino, paró junto a mi, me miró, la miré, mantuvimos la mirada y nos dijimos un millón de cosas, el semáforo se puso en verde y no nos volvimos a ver. Han pasado veinte años y no he olvidado su cara. Me enamoré.
ResponderEliminarSidra asturiana y palitos salados
Hoy he hecho un experimento.
ResponderEliminarLo hice, la verdad para protegerme de la fiera que campea por el blog, que como estoy muy sensible pues no me atrevo a mirarla de frente, así es que entré de puntillas en la web y con mucho cuidado, como el que no quiere despertar a un niño o a un ogro, me detuve en una entrada, que ya sabéis un poco de mi anárquico caminar, no leo la última entrada porque sea la más reciente, sino que me detengo donde me place. Así es que hoy, me paré en esta que dice “extraños en un semáforo” y como a mí me pasa al igual que a vosotros cosas en los semáforos, me puse a leer. Y aquí empieza el experimento. Abrí los comentarios antes que el texto de nuestro querido Rafa, no, él no es la fiera, me consta, pero sé que tiene mucho que ver con ella; puede incluso que se apodere de su inconsciente y consciente sin él saberlo o sí, que al igual Rafa se lo permite, que los poetas, ya se sabe...”tan” una “miaja” piraos.
Bueno, que me lío. Abro comentarios y comienzo a leer de abajo a arriba, es decir, al revés de cómo han ido apareciendo, que hoy estaba yo con ganas de extravagancias. Y me encuentro: Un gorrión de semáforo que dice que una vez en un semáforo vió a una en una moto y que ¡guau!, bueno, guau, no “pío” ¿los gorriones pían?, luego un Rafa león, que dice no sé que de unos pelos; María habla de unos instantes eternos ¡qué bien! Pero ¿ con pelos o sin ellos? Mar dice que con ellos, porque no habrá ido el/la que sea a la esteticien, me ha parecido entender. Paquita dice que” sabe dios” donde habrá ido y por fín un tal Larrey dice que cree que es mejor separarnos; claro, me digo, si es tan peluda o peludo el tío y encima no se afeita..... en fin que me reí un montón y burlé la fiera, luego, por si acaso aparecía, no doblé la esquina y no leí lo que había escrito Rafa en el reverso... no te enfades, amor, es que no iba a consentir que me ” chafaras” el rato.
Rafa eso último lo ” tejí” así para que me “cuadrara” el alegato, je je sabes que me encanta leerte, eres ahora el responsable de mi “enganche “ a la poesía.
Un besito
Abrazos a tod@s
Normal, Manolo, yo me he enamorado infinidad de veces en el semáforo, en el autobús, en una mesa electoral (no hay nada mejor que enamorarse cuarenta o cincuenta veces en una mesa electoral para vencer el tedio de ser interventor por todo un día)... Son, sin duda, los mejores amores. Pueden no acabarse nunca y no duelen.
ResponderEliminarMilena, estás hecha toda una fiera, jejeje. A la mía -que no, no soy yo, pero está en mí, aunque lejos- la dejo suelta durante el día, para que desfogue y no me sea muy exigente. Pero a veces, como podrás ver, me despierta en la noche, y, entonces, es imposible dominarla.
Abrazos
Oye, me has dejado "preocupá" qué facilidad para enamorarse, tío, y yo, que no me enamoro, que lo habré hecho en muy contadísimas ocasiones ¿ es eso "normal" ? no, no soy enamoradiza, por eso cuando me enamoro... Ufff tela enfín, como estamos en "terapia" por eso lo digo...
ResponderEliminarhaíto
Jo Rafa, lo del semáforo, el aútobús o la cola del banco tiene un pase, pero pishita mía, ¿enamorarse en una mesa electoral...? ¡Ostras Pedrín, qué fuerte...! Tú lo que pasa es que eres un pervertido, un animal sexual sin ataduras, una fiera del amor fuera de su jaula... Arrrggg...! Avisa en que mesa electoral vas a estar el 27 de mayo por si alguna niña en vespino se quiere acercar a votar.
ResponderEliminarChupito de Jack Daniels y cigarrito rubio.
Ay gorrión gorrión
ResponderEliminarque te vas por las ramas...
¿sois o no enamoradizos los gorriones ? ¿y los cocodrilos?
besillos volados
¡cómo me haces reir, coco!
cuídate, que la "fiera" acecha