Desde que abandoné el ejercicio del sacerdocio, no ha habido un solo día en el que no haya sentido de una u otra manera la presencia del maligno. Pero esta noche ha sido diferente, se ha manifestado como no lo había hecho nunca antes, de un modo, mucho más intenso y aterrador, que ha inundado de un aroma insoportable y denso hasta el último rincón de la casa.
Todo ha comenzado cuando me he despertado, sorprendido, al escucharla susurrar unas palabras en arameo. La verdad es que no tengo la menor idea acerca del vocabulario de dicho idioma, pero ahora ya no me cabe la menor duda de que así ha sido. Me he apartado de ella bruscamente, con sobresalto, y lleno de pavor la he estado observando durante no sé cuanto tiempo. Se la veía tranquila, con la misma cara inexpresiva de siempre sólo matizada con ese rictus de idiotez que habitualmente se le dibuja en el rostro durante la noche. Incluso su respiración era, como siempre, imperceptible, casi como si estuviese muerta, ella siempre ha sido muy silenciosa a cualquier hora. Lo cierto es que nada de ello me molesta, pues, para lo que busco en ella, la inteligencia o un poco de habilidad para la conversación son aptitudes totalmente prescindibles. Finalmente he terminado queriendo pensar que todo ha sido producto de mi imaginación y he vuelto a abrazarla para tratar de conciliar de nuevo el sueño. Estaba fría, tan fría como siempre.
Pero tan sólo unos minutos después, cuando aún permanecía bien despierto, ha vuelto a suceder y ya no me ha quedado la menor duda de que se trababa del diablo morando en su interior para acecharme más de cerca. He sentido un miedo atroz, pero he sacado fuerzas de flaqueza a fin de no permitir a las fuerzas del mal alcanzar sus perversos objetivos. Con gran agilidad me he abalanzado sobre ella… “Pater noster, qui es in caelis…” y, para tratar de liberarla de tan cruel posesión,… “sanctificetur nomen tuum”… he rodeado su cuello con mis manos… “adveniat regnum tuum…” y he comenzado a apretar y apretar y apretar con todas las fuerzas de las que sido capaz… “sed libera nos a malo. Amen”. Amén; ha sido rápido, mucho más rápido de lo que hubiera podido imaginar. Y a pesar de la falta de práctica, he debido hacerlo de un modo bastante aceptable, pues no ha ofrecido la menor resistencia, no ha proferido un solo exabrupto, de sus labios no ha salido ni un gemido ni una queja hasta que, finalmente, ha estallado con violencia al abandonarla despavorido el maligno. Pero a partir de ahora sé que el mal me vigila muy de cerca y que tendré que estar muy alerta en cada una de las ocasiones en las que me vuelva a acostar con una muñeca hinchable.
Todo ha comenzado cuando me he despertado, sorprendido, al escucharla susurrar unas palabras en arameo. La verdad es que no tengo la menor idea acerca del vocabulario de dicho idioma, pero ahora ya no me cabe la menor duda de que así ha sido. Me he apartado de ella bruscamente, con sobresalto, y lleno de pavor la he estado observando durante no sé cuanto tiempo. Se la veía tranquila, con la misma cara inexpresiva de siempre sólo matizada con ese rictus de idiotez que habitualmente se le dibuja en el rostro durante la noche. Incluso su respiración era, como siempre, imperceptible, casi como si estuviese muerta, ella siempre ha sido muy silenciosa a cualquier hora. Lo cierto es que nada de ello me molesta, pues, para lo que busco en ella, la inteligencia o un poco de habilidad para la conversación son aptitudes totalmente prescindibles. Finalmente he terminado queriendo pensar que todo ha sido producto de mi imaginación y he vuelto a abrazarla para tratar de conciliar de nuevo el sueño. Estaba fría, tan fría como siempre.
Pero tan sólo unos minutos después, cuando aún permanecía bien despierto, ha vuelto a suceder y ya no me ha quedado la menor duda de que se trababa del diablo morando en su interior para acecharme más de cerca. He sentido un miedo atroz, pero he sacado fuerzas de flaqueza a fin de no permitir a las fuerzas del mal alcanzar sus perversos objetivos. Con gran agilidad me he abalanzado sobre ella… “Pater noster, qui es in caelis…” y, para tratar de liberarla de tan cruel posesión,… “sanctificetur nomen tuum”… he rodeado su cuello con mis manos… “adveniat regnum tuum…” y he comenzado a apretar y apretar y apretar con todas las fuerzas de las que sido capaz… “sed libera nos a malo. Amen”. Amén; ha sido rápido, mucho más rápido de lo que hubiera podido imaginar. Y a pesar de la falta de práctica, he debido hacerlo de un modo bastante aceptable, pues no ha ofrecido la menor resistencia, no ha proferido un solo exabrupto, de sus labios no ha salido ni un gemido ni una queja hasta que, finalmente, ha estallado con violencia al abandonarla despavorido el maligno. Pero a partir de ahora sé que el mal me vigila muy de cerca y que tendré que estar muy alerta en cada una de las ocasiones en las que me vuelva a acostar con una muñeca hinchable.
¿Inspirado en las sábanas?
ResponderEliminarPAQUITA
Aparte: vaya la que se ha montado con Paco. Le dices de mi parte que lo siento.
ResponderEliminarYo tuve una funesta experiencia en mi blog, a finales de junio del pasado año, porque cometí el "atropello" de mencionar algún comportamiento que me había herido -y eso que lo hice con guantes de seda- y se me echó encima toda una bandada de cuervos, alguno identificado y la mayoría anónimos. Lo peor, el presumir que alguno correspondía a alguien a quien yo había querido.
Bueno, que le des un abrazo de mi parte y que se consuele con lo de "no somos perfectos" frase muy socorrida y que utilizo de cuando en cuando.
Otro abrazo para ti. PAQUITA